domingo, 11 de enero de 2015

Desesperanza

A los 7 años me cambiaron de escuela, ya que nos mudamos, y comenzaron los problemas. Yo lloraba en la escuela y todos se me alejaban, se me burlaban, fueron los peores compañeros que pude tener en mi infancia. Extrañaba mucho a Peter, pero no podía hacer nada para volver a verlo, ya que mis padres me prohibieron cualquier tipo de contacto con lo que fuera que tuviera que ver con nuestra "antigua vida". Parecían adictos al trabajo, ya que nos comenzaba a faltar dinero y siempre me trataban mal cuando les pedía que me ayudaran con alguna tarea, diciendo que yo era una holgazana en la escuela.

Nuestra familia había cambiado por completo. Mamá comenzó a volverse loca con el tiempo y empezó a ir a una psicóloga, recomendación de su amiga más cercana. Papá no soportaba vernos mal a todos y empezó a beber alcohol por las noches sin que mamá supiera. Yo, por mi parte, comencé a escuchar música de rock y metal, letras tristes, para de algún modo "descargarme".

La muerte de Emily no fue la única causante de todo esto, pero influyó mucho, por lo menos en mí.

Cuando cumplí 9 años, otra desgracia ocurrió, murió mi abuelo, algo muy duro para mamá. No es que no haya sido triste para mi, pero es que no existía contacto alguno más que unas pocas llamadas al año, ya que el vivía en otra ciudad lejana. Esto hizo que recordara de una forma más insoportable la muerte de Emily, era como si la muerte me persiguiera, o como si todo lo relacionado a morir fuera por mi presencia.
Seguía sintiéndome culpable por todo lo que pasaba y extrañaba demasiado nuestra antigua casa en el campo.


Llegué a los 15, y lo decidí, me cambié de escuela.
Fue un gran alivio de cierto modo. Mis compañeros no se me acercaban.
Por lo menos no me molestaban ni se burlaban, lo cual me hacía sentir segura, más que en casa.
Yo, a esta edad, ya era una chica bastante depresiva, ya que mi padre era alcohólico y me amenazaba si le contaba a mi madre, la cual, por su parte, me gritaba todo el día y se enojaba si me escapaba de casa, lo cual yo hacía para poder sentirme mejor o para huir de todas esas cosas que a mi ya me estaban llevando a un mundo horrible.
Un día huí a la plaza, yo tenía un vestido parecido al que tenía ese último día de mi infancia con Emily, ya que tenía una fiesta de unos amigos de mis padres más tarde, a la cual nunca fui.
Ya no sabía que hacer.
Me sentía demasiado mal.
Estaba harta de las peleas en casa por cualquier cosa, de mi padre loco y de la gente de la escuela que me ignoraba completamente.
Estaba llorando, con todo el maquillaje desparramándose en mis mejillas, con el oso de Emily, el cual cuidaba como mi vida, quizás mas.  

Peter

El año de la muerte de Emily fue duro para toda la familia. Muchas fueron las noches en las que recordar su funeral me atormentaba y no me dejaba dormir. Sufría pesadillas y tenía ataques de llanto. Un sueño muy recurrente era uno en el cual Emily tenía su ataúd abierto y me extendía la mano para no ser llevada al entierro, pero yo corría mientras veía que la llevaban y no podía alcanzarla, mis piernas iban en cámara lenta. Luego de eso escuchaba un grito y me despertaba.
Mis padres decidieron llevarme a una psicóloga infantil. En vano fueron esas sesiones, es decir, sí lograban calmarme, pero jamás me quitaron la culpa. 
Sin embargo, tenía un amigo que me recordaba lo bueno de ser niña. Su nombre era Peter, y era mi vecino de al lado. El entendía lo bueno del campo, lo bueno de correr, lo bueno de la infancia. Muchas veces me hizo olvidar de totalmente todos los problemas. Recuerdo que decía que no debía preocuparme, que mi hermanita seguramente estaba en un mundo mejor y que no tenía ningún rencor hacia mí, lo cual quise creer siempre. 
Sin embargo, veía como mis padres cambiaban. Peleaban más, parecía haber siempre más tensiones en casa, y más soledad. Esos eran los momentos en los que más amaba salir afuera y buscar a Peter, la única persona con la que sentía que podía ser yo misma, y con la que rara vez recordaba a Emily. Esos años entre árboles, pasteles y juegos fueron muy reconfortantes para mi. Era hermoso poder crecer juntos, y compartir aventuras de niños. Definitivamente, no quería crecer jamás.

Pero uno crece, y los años pasaron, para solamente empeorar mi mundo, y mi alrededor.