Y sucedió.
El fin de semana siguiente recibí su llamada. Me sentí como nunca antes.
Estaba, por primera vez, emocionada por hacer algo.
Pero había un problema, mis padres. No podía contarles, no iba a permitir que me privaran de más cosas, así que hice lo que tenía que hacer. Tomé la bicicleta vieja, la lleve a mi habitación y salí por la ventana. Con toda la velocidad que pude, pedaleé hasta llegar a la ruta, y a partir de allí, me dirigí al campo.
Fue extraño pero sabía exactamente el camino.
Llegué.
Bajé lentamente de la bici.
Me quedé de pie mirando hacia mi antiguo hogar.
No pude evitar llorar. El recuerdo y la añoranza eran muy fuertes. Sin embargo, decidí no acercarme más.
La casa estaba abandonada, nadie la habitaba.
Creí que seria mejor ir por Peter.
Me quedé un rato contemplando el paisaje y caminé lentamente hacia su casa, con mucha emoción. Toqué la puerta, él me atendió.
Salimos corriendo hacia la pradera donde solía correr con Emily.
Nos sentamos, me invitó a sentarme en sus piernas, y con gran timidez y latidos fuertes en mi corazón accedí. Estuvimos charlando toda esa tarde.
Por primera vez realmente podía descargarme con alguien, hablar de cosas importantes para mi sin ningún tipo de vergüenza.
De pronto, se levantó y me dijo:
- Disculpa si la pregunta es molesta pero ¿vos querrías ir a ver tu casa? Ya que era lo que tanto extrañabas.
Titubée unos segundos y finalmente dije:
- Sí,creo que me gustaría, sólo por curiosidad.
Caminamos hacia la casa. La puerta de madera de pronto me pareció muy familiar. Sin embargo, como estaba totalmente cerrada, tuvimos que terminar de romper una ventana para poder entrar.
Por dentro, era tal como en las antiguas fotos que encontré escondidas en un álbum de mamá, y las pocas memorias que yo tenía.
Todo estaba viejo y sucio, era esperable. Subimos por una escalera hacia el que era el cuarto mío y de Emily. Me senté sobre el piso lleno de polvo, tratando de imaginar la existencia de los antiguos muebles y juguetes allí.
De pronto, una lágrima corrió por mi mejilla. Peter se sentó conmigo y nos abrazamos.Estuvimos así un buen rato.
Luego de ese cálido gesto, nos fuimos afuera.
Me sentí extraña, era como si estuviera completa, como si toda mi vida hubiera necesitado ir ahí. Y al mismo tiempo, como si estuviera a la deriva.
Pero por fin, después de tantos años, me olvidé de todo lo que me atormentaba, y me concentre en el presente.
Estaba con Peter, un chico que era más probable no haber encontrado nunca y, sin embargo, lo había encontrado, o más bien, el me encontró a mi.
Estaba en el campo, el lugar que más bien me hacía.
Estaba en mi verdadera casa, que aunque estuviera rota y sucia, seguía siendo mi hogar.
La historia sobre unas hermanas, una de las cuales no volverá a ser como antes. (Resumen en primer entrada)
miércoles, 4 de marzo de 2015
miércoles, 4 de febrero de 2015
Reencuentro
De pronto lo vi.
Fue extraño, me reconoció inmediatamente.
Era él. Peter.
Estaba muchísimo más lindo que antes, pero claro, ahora él tenía 17 años.
Mi vida había dado tantos giros que los últimos años me había ido olvidando de él.
De pronto se acercó al banco en el que estaba sentada:
- ¿Alice?
- Hola..(secándome las lágrimas)
- Supongo que te acordarás de mi- dijo mientras me ofrecía un pañuelo.
Vinimos de compras a la ciudad con mi familia y como me aburrí vine a la plaza. ¿Estás bien?
- Si, ya no importa.
-No has cambiado tanto..
-Tú tampoco, seguís orejón.
Vi su sonrisa y una mini risa salió de entre sus dientes, igual que en los viejos tiempos. De pronto me sentí niña.
Caminamos mientras charlamos sobre mi mudanza, la escuela, y sobre Emily, a quien él tampoco había olvidado.
Llegamos a una laguna cercana y me tomó la mano.
Se dio cuenta que yo realmente me sentía mal.
Apoyé mi cabeza sobre su hombro.
Por primera vez me sentía protegida.
Pronto se tuvo que ir, pero yo no iba a poder soportar más despedidas.
Le pedí su teléfono y le di el mío.
Prometimos llamarnos y vernos otro día.
Además de las grandes ansias de volverlo a ver, tenía la esperanza de poder ver mi antigua casa de nuevo.
Fue extraño, me reconoció inmediatamente.
Era él. Peter.
Estaba muchísimo más lindo que antes, pero claro, ahora él tenía 17 años.
Mi vida había dado tantos giros que los últimos años me había ido olvidando de él.
De pronto se acercó al banco en el que estaba sentada:
- ¿Alice?
- Hola..(secándome las lágrimas)
- Supongo que te acordarás de mi- dijo mientras me ofrecía un pañuelo.
Vinimos de compras a la ciudad con mi familia y como me aburrí vine a la plaza. ¿Estás bien?
- Si, ya no importa.
-No has cambiado tanto..
-Tú tampoco, seguís orejón.
Vi su sonrisa y una mini risa salió de entre sus dientes, igual que en los viejos tiempos. De pronto me sentí niña.
Caminamos mientras charlamos sobre mi mudanza, la escuela, y sobre Emily, a quien él tampoco había olvidado.
Llegamos a una laguna cercana y me tomó la mano.
Se dio cuenta que yo realmente me sentía mal.
Apoyé mi cabeza sobre su hombro.
Por primera vez me sentía protegida.
Pronto se tuvo que ir, pero yo no iba a poder soportar más despedidas.
Le pedí su teléfono y le di el mío.
Prometimos llamarnos y vernos otro día.
Además de las grandes ansias de volverlo a ver, tenía la esperanza de poder ver mi antigua casa de nuevo.
domingo, 11 de enero de 2015
Desesperanza
A los 7 años me cambiaron de escuela, ya que nos mudamos, y comenzaron los problemas. Yo lloraba en la escuela y todos se me alejaban, se me burlaban, fueron los peores compañeros que pude tener en mi infancia. Extrañaba mucho a Peter, pero no podía hacer nada para volver a verlo, ya que mis padres me prohibieron cualquier tipo de contacto con lo que fuera que tuviera que ver con nuestra "antigua vida". Parecían adictos al trabajo, ya que nos comenzaba a faltar dinero y siempre me trataban mal cuando les pedía que me ayudaran con alguna tarea, diciendo que yo era una holgazana en la escuela.
Nuestra familia había cambiado por completo. Mamá comenzó a volverse loca con el tiempo y empezó a ir a una psicóloga, recomendación de su amiga más cercana. Papá no soportaba vernos mal a todos y empezó a beber alcohol por las noches sin que mamá supiera. Yo, por mi parte, comencé a escuchar música de rock y metal, letras tristes, para de algún modo "descargarme".
La muerte de Emily no fue la única causante de todo esto, pero influyó mucho, por lo menos en mí.
Cuando cumplí 9 años, otra desgracia ocurrió, murió mi abuelo, algo muy duro para mamá. No es que no haya sido triste para mi, pero es que no existía contacto alguno más que unas pocas llamadas al año, ya que el vivía en otra ciudad lejana. Esto hizo que recordara de una forma más insoportable la muerte de Emily, era como si la muerte me persiguiera, o como si todo lo relacionado a morir fuera por mi presencia.
Seguía sintiéndome culpable por todo lo que pasaba y extrañaba demasiado nuestra antigua casa en el campo.
Llegué a los 15, y lo decidí, me cambié de escuela.
Fue un gran alivio de cierto modo. Mis compañeros no se me acercaban.
Por lo menos no me molestaban ni se burlaban, lo cual me hacía sentir segura, más que en casa.
Yo, a esta edad, ya era una chica bastante depresiva, ya que mi padre era alcohólico y me amenazaba si le contaba a mi madre, la cual, por su parte, me gritaba todo el día y se enojaba si me escapaba de casa, lo cual yo hacía para poder sentirme mejor o para huir de todas esas cosas que a mi ya me estaban llevando a un mundo horrible.
Un día huí a la plaza, yo tenía un vestido parecido al que tenía ese último día de mi infancia con Emily, ya que tenía una fiesta de unos amigos de mis padres más tarde, a la cual nunca fui.
Ya no sabía que hacer.
Me sentía demasiado mal.
Estaba harta de las peleas en casa por cualquier cosa, de mi padre loco y de la gente de la escuela que me ignoraba completamente.
Estaba llorando, con todo el maquillaje desparramándose en mis mejillas, con el oso de Emily, el cual cuidaba como mi vida, quizás mas.
Nuestra familia había cambiado por completo. Mamá comenzó a volverse loca con el tiempo y empezó a ir a una psicóloga, recomendación de su amiga más cercana. Papá no soportaba vernos mal a todos y empezó a beber alcohol por las noches sin que mamá supiera. Yo, por mi parte, comencé a escuchar música de rock y metal, letras tristes, para de algún modo "descargarme".
La muerte de Emily no fue la única causante de todo esto, pero influyó mucho, por lo menos en mí.
Cuando cumplí 9 años, otra desgracia ocurrió, murió mi abuelo, algo muy duro para mamá. No es que no haya sido triste para mi, pero es que no existía contacto alguno más que unas pocas llamadas al año, ya que el vivía en otra ciudad lejana. Esto hizo que recordara de una forma más insoportable la muerte de Emily, era como si la muerte me persiguiera, o como si todo lo relacionado a morir fuera por mi presencia.
Seguía sintiéndome culpable por todo lo que pasaba y extrañaba demasiado nuestra antigua casa en el campo.
Llegué a los 15, y lo decidí, me cambié de escuela.
Fue un gran alivio de cierto modo. Mis compañeros no se me acercaban.
Por lo menos no me molestaban ni se burlaban, lo cual me hacía sentir segura, más que en casa.
Yo, a esta edad, ya era una chica bastante depresiva, ya que mi padre era alcohólico y me amenazaba si le contaba a mi madre, la cual, por su parte, me gritaba todo el día y se enojaba si me escapaba de casa, lo cual yo hacía para poder sentirme mejor o para huir de todas esas cosas que a mi ya me estaban llevando a un mundo horrible.
Un día huí a la plaza, yo tenía un vestido parecido al que tenía ese último día de mi infancia con Emily, ya que tenía una fiesta de unos amigos de mis padres más tarde, a la cual nunca fui.
Ya no sabía que hacer.
Me sentía demasiado mal.
Estaba harta de las peleas en casa por cualquier cosa, de mi padre loco y de la gente de la escuela que me ignoraba completamente.
Estaba llorando, con todo el maquillaje desparramándose en mis mejillas, con el oso de Emily, el cual cuidaba como mi vida, quizás mas.
Peter
El año de la muerte de Emily fue duro para toda la familia. Muchas fueron las noches en las que recordar su funeral me atormentaba y no me dejaba dormir. Sufría pesadillas y tenía ataques de llanto. Un sueño muy recurrente era uno en el cual Emily tenía su ataúd abierto y me extendía la mano para no ser llevada al entierro, pero yo corría mientras veía que la llevaban y no podía alcanzarla, mis piernas iban en cámara lenta. Luego de eso escuchaba un grito y me despertaba.
Mis padres decidieron llevarme a una psicóloga infantil. En vano fueron esas sesiones, es decir, sí lograban calmarme, pero jamás me quitaron la culpa.
Sin embargo, tenía un amigo que me recordaba lo bueno de ser niña. Su nombre era Peter, y era mi vecino de al lado. El entendía lo bueno del campo, lo bueno de correr, lo bueno de la infancia. Muchas veces me hizo olvidar de totalmente todos los problemas. Recuerdo que decía que no debía preocuparme, que mi hermanita seguramente estaba en un mundo mejor y que no tenía ningún rencor hacia mí, lo cual quise creer siempre.
Sin embargo, veía como mis padres cambiaban. Peleaban más, parecía haber siempre más tensiones en casa, y más soledad. Esos eran los momentos en los que más amaba salir afuera y buscar a Peter, la única persona con la que sentía que podía ser yo misma, y con la que rara vez recordaba a Emily. Esos años entre árboles, pasteles y juegos fueron muy reconfortantes para mi. Era hermoso poder crecer juntos, y compartir aventuras de niños. Definitivamente, no quería crecer jamás.
Pero uno crece, y los años pasaron, para solamente empeorar mi mundo, y mi alrededor.
Mis padres decidieron llevarme a una psicóloga infantil. En vano fueron esas sesiones, es decir, sí lograban calmarme, pero jamás me quitaron la culpa.
Sin embargo, tenía un amigo que me recordaba lo bueno de ser niña. Su nombre era Peter, y era mi vecino de al lado. El entendía lo bueno del campo, lo bueno de correr, lo bueno de la infancia. Muchas veces me hizo olvidar de totalmente todos los problemas. Recuerdo que decía que no debía preocuparme, que mi hermanita seguramente estaba en un mundo mejor y que no tenía ningún rencor hacia mí, lo cual quise creer siempre.
Sin embargo, veía como mis padres cambiaban. Peleaban más, parecía haber siempre más tensiones en casa, y más soledad. Esos eran los momentos en los que más amaba salir afuera y buscar a Peter, la única persona con la que sentía que podía ser yo misma, y con la que rara vez recordaba a Emily. Esos años entre árboles, pasteles y juegos fueron muy reconfortantes para mi. Era hermoso poder crecer juntos, y compartir aventuras de niños. Definitivamente, no quería crecer jamás.
Pero uno crece, y los años pasaron, para solamente empeorar mi mundo, y mi alrededor.
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